¿A ti también te ha pasado que de repente has empezado a escuchar esta palabra por todas partes? ¿Es otro término-comodín como “mindfulness”, “resiliencia” o “ODS”? ¿El último grito entre la progresía occidental con querencias new age? En serio, ¿qué es eso del downshifting y qué tiene que ver con la organización del trabajo?
No te apures, que nosotros te lo explicamos muy clarito en este texto; ya verás que es, por lo menos, dos cosas (o una con dos caras, según se mire). Es más, no solamente eso: también vamos a reflexionar sobre si merece la pena apostar por esta palabreja en el ámbito de recursos humanos (ya te anticipamos la respuesta: sí), y por qué.
“¡Afloja un punto, chacho!”
Tengo desde hace muchos años un amigo canario, de Lanzarote (hola, Pablo 👋!), al que podría considerar mi primer contacto con la cultura del downshifting; solo que él no lo llama así, ni nadie en el archipiélago. Él me decía, y me dice, “afloja un punto, chacho”. Bueno, pues esa es la idea; vendría a recoger el concepto de bajar una marcha.
No obstante, el concepto tiene dos caras, una positiva, voluntaria y rebosante de buen rollo, y otra menos guay. Mira, aquí las tienes:
- Primero la de arena (¿o la de cal? Nunca he sabido cuál es la mala…): el término se considera como algo negativo cuando es involuntario. Es el caso de este informe sobre mujeres en el contexto pospandémico y su necesidad de “desescalar” sus carreras profesionales.
- Ahora, la otra: el término se usa para referirse a una práctica procedente del slow movement que apuesta por trabajar menos (y consumir menos, claro) y buscar un equilibrio vital en el que la vida profesional no esté tan presente. En la línea de la conciliación laboral. Aquí, un ejemplo.
Nosotros nos quedamos con esta, con la segunda acepción. Pero vamos más allá con la siguiente pregunta: para RRHH y para la organización, ¿mola o no mola la idea de trabajar menos? Primero lo criticamos y luego le sacamos punta.
¿Trabajar menos? ¡Tú lo que eres es un vago!
Empiezo a pensar en esto y se me aparece mi padre con cara de representar a toda la generación babyboomer: ya, otra chorrada que se inventa la gente para no dar ni golpe, parece decirme sin necesidad de abrir la boca. Porque esa es la interpretación inmediata; aflojar un punto entra en colisión directa con la ética protestante del capitalismo, que diría Weber.
Si trabajamos menos y consumimos menos, ¿dónde está la gracia? No solamente para la empresa, también para la economía y la sociedad en su conjunto. ¡Es el camino más corto hacia la recesión! Pudiera ser. Ahora, que parece que el camino contrario es el más corto hacia la autodestrucción colectiva.
Que no cunda el pánico. Y es que, aquí entre nosotros, todo esto va en serio a medias; quiero decir que nadie habla de convertirse en ermitaños de verdad, sino en procurar el punto de equilibrio que nos permita disfrutar más de la vida con una menor dependencia del trabajo. Si alguien lo consigue, que me avise. Criaturitas… Pero hay buena voluntad.

El downshifting como motor productivo
Ahora vamos con lo nuestro. ¿Puede ser interesante para una organización fomentar prácticas concretas o una cultura de downshifting? Pues, pese a todo lo que pudiera parecer, tal vez sí. Allá van las ideas:
- Un trabajador que trabaja menos produce menos, y lógicamente recibe un salario menor; bueno, ¿y dónde está el problema? ¿De qué se trata, de producción o de productividad?
- ¿Quién resulta más productivo para la organización, un empleado feliz o un empleado quemado? ¿Somos conscientes realmente del peso de la felicidad laboral en la motivación? ¿Y del impacto de esta?
- Qué pasará si favorecemos el bienestar en el trabajo practicando el downshifting e incorporándolo a nuestra cultura corporativa… ¿aumentará el engagement? ¿mejorará nuestra imagen de marca empleadora?
Resumen: menos trabajo, más felicidad, más productividad. Ahí queda, para que le des una vuelta.
O cambias, o te cambian
De todas maneras, seguir igual que vamos no tiene mucho recorrido; si aspiras a que tu organización tenga larga vida (y tus nietos también), en realidad no hay mucha alternativa…