El liderazgo y la felicidad (entendida como bienestar laboral) son temas de referencia habituales en el ámbito del capital humano de empresa. Y son de esas cuestiones capitales que sabemos que son decisivas, pero que también hemos comprobado que son escurridizas. ¿Cómo ser un buen líder? ¿Cómo ser feliz en el trabajo? Ambas nociones podrían estar más cerca de lo que creemos.
En el primer webinar de nuestra cuarta temporada, “Las diez habilidades del líder del bienestar”, hemos tenido a Andrés Pascual como protagonista, y arrancaba fuerte citando a Kierkegaard (para que luego digan que no hay nivel): “La felicidad es una puerta que todos quieren cruzar, pero que pocos saben que se abre hacia dentro”. Toma ya.
Quédate con eso como referencia, porque hoy hablamos de la felicidad como herramienta de liderazgo; pero también del liderazgo como herramienta de felicidad. Si esto te empieza a sonar al Templo de la Sabiduría del monje Rama Lama Dindon, espera a leer lo siguiente: el futuro del liderazgo feliz es la felicidad sin líder. Ahí queda eso.
¿El líder nos hace felices?
Como punto de partida, digamos que sí. O al menos debería, porque el círculo virtuoso que forman el bienestar laboral, el engagement y la productividad no debería ser ajeno a ningún líder dentro de las organizaciones. La figura del líder-enemigo o del líder-vigilante debería erradicarse de la faz de la empresa… o de la Tierra.
Pero no se trata de un rollo sectario ni voluntarista en plan “la misión del líder es hacer feliz al equipo”. Porque no lo es. La misión del líder es liderar. Peeero es un hecho que la felicidad en el trabajo es considerada a día de hoy como uno de los motores del cambio, y que para alcanzar un objetivo común es posible poner en juego habilidades en esa dirección.
Esto te suena, ¿verdad? Recuerda más a la tarea cotidiana de cualquier jefe de un equipo, en el que eres a la vez espejo y puerta. O dicho de otra manera, ejemplo a seguir y facilitador de desarrollo. Entonces,¿cómo conseguir empleados felices sin hacerlos felices?
El espejo en el que nos miramos
Pero para dar hay que tener. Por eso se dice, tirando de metáfora clásica, que el líder ha de convertirse en el espejo en el que se miran los miembros de su equipo. Y eso ocurre en todos los sentidos, desde la gestión de conflictos a la motivación, por citar solo dos facetas habituales del liderazgo de equipos.
Es decir, que un líder feliz es un líder que hace felices a los demás. Pero ojo, que nosotros, lógicamente, no tenemos nada claro cómo se hace para ser feliz. Aunque sospechamos que la felicidad no es un destino, es un camino; se crea, se va haciendo, no se alcanza o se llega a ella. Tiene que ver sobre todo con los pequeños gestos cotidianos y, cómo no, requiere cierto esfuerzo.
Ah, y que hay ciertas características, actitudes y habilidades que son indicativo de ser y hacer felices (es una vía de doble dirección). Entre ellas, el afán de superación, la proactividad, el trabajo en equipo, la resiliencia, la ilusión. Si cuentas con alguna, no todo está perdido…

La puerta hacia el autoliderazgo
Dicen los que saben que, a final de cuentas, cada uno es responsable de su propia felicidad, dentro o fuera del trabajo. Los mas avispados ya están viendo a dónde queremos llegar: a un líder que se “limite” a orientar a los miembros de su equipo hacia el autoliderazgo. Que sea una puerta a un nuevo horizonte. Ahora se entiende el título, ¿eh?
Hay tres áreas de trabajo en este sentido: físico (como un sueldo adecuado y un puesto de trabajo ergonómico), emocional (conciliación laboral o reconocimiento, entre otras) y social (entorno inclusivo, compromiso social, por ejemplo). Unos empleados que cuentan con buenos recursos en estas tres áreas tendrán un camino mucho más fácil para alcanzar la felicidad.
Pero en el fondo de todo está la cuestión del autoliderazgo. Tranquilo, que nadie te va a quitar el puesto si ayudas a tus empleados a aprender a tomar sus propias decisiones. Si la felicidad es esencial para el rendimiento laboral, y cada cual debe ocuparse de buscar su propia felicidad, la solución a la ecuación es sencilla. Más sencilla de plantear que de resolver, eso es cierto…