¿Quién no querría ser uno de esos líderes carismáticos que levantan pasiones en los equipos con apenas esbozar una sonrisa, que tienen ese algo que atrae a los demás, que no necesitan esforzarse para hacerse oír o ser vistos cuando entran en una habitación?
Los líderes carismáticos (¡benditas sus soft skills!) favorecen el clima laboral y potencian en los equipos la motivación y el sentido de pertenencia, al tiempo que multiplican el bienestar y reducen el estrés y la ansiedad de los trabajadores.
La buena noticia es que este magnetismo –que solo algunos traen de serie– se puede educar y multiplicar. En los talleres que imparto a directivos sobre liderazgo carismático fundimos herramientas profundas como el autoconocimiento o la gestión de las emociones, con otras externas aterrizadas a situaciones cotidianas: lenguaje no verbal, control de la voz, storytelling… Para brillar por fuera primero hemos de brillar por dentro; y un arma secreta para conseguirlo es abrirte a los demás desde la vulnerabilidad.
Bill Clinton, el expresidente de EEUU, está considerado una de las personas más carismáticas del planeta. Ello se debe a varios factores: a su sonrisa, a la manera en la que cierra los ojos cuanto te mira, a la forma en la que memoriza la información de toda persona que conoce… y también a su capacidad para mostrarse vulnerable cuando conviene hacerlo. En plena campaña para el Capitolio en junio del 92, las encuestas le auguraban un 33%, o sea, un fracaso total. Un mes después, los números subieron hasta el 77%. ¿Por qué? Porque dejó de mostrarse como un ser todopoderoso, que era lo que se llevaba en las presidenciales, y empezó a contar en televisión cómo le habían traumatizado sus dramas familiares, como el haber tenido un padrastro alcohólico. Se puso por entero en manos de los ciudadanos, les entregó su confianza y les mostró todas sus grietas. Y en lugar de ser percibido como alguien débil, lo que desprendió fue una fortaleza por haber sido capaz de contarlo que le catapultó al despacho oval.

Los líderes carismáticos no son perfectos, ni tampoco lo son sus vidas, que están salpicadas de dramas y decisiones desacertadas, como la de todo el mundo. Lo que sí que hacen bien es abrazar sus imperfecciones y compartirlas sin ningún pudor. Y ¿por qué esto resulta carismático? Por tres motivos:
1.Nos sentimos identificados con estas personas, porque todos somos imperfectos y vivimos en entornos imperfectos.
Eso sí, no te pases. Si ofreces una versión victimista, será una versión sesgada de ti mismo. Y dejarás de ser natural, lo que se entenderá como una forma de manipulación y de querer dar lástima que generará el efecto contrario: rechazo. El límite está en el sentido común. Cuenta las cosas de forma espontánea, sin forzar, siempre integradas dentro de una conversación en la que resulten coherentes.
2. Nos atrae su coraje, ya que son capaces de vencer la vergüenza que a muchas otras personas les esclaviza. La vergüenza anula nuestra creatividad, no nos permite arriesgar. Y, si no arriesgamos, no podemos aspirar a grandes cosas. Los líderes carismáticos no son personas que no necesitan ayuda porque lo saben todo; son personas que tienen la seguridad suficiente para pedirla cuando es necesario.
De nuevo, ojo sin pasarse. Vencer la vergüenza no es decir todo lo que te pasa por la cabeza y no asumir ninguna responsabilidad. Reconoce abiertamente lo que no sabes o no puedes controlar, pero al mismo tiempo muestra una actitud proactiva, tu voluntad de buscar soluciones compartidas.
3. Agradecemos la confianza que nos dedican al abrirnos una ventana a su intimidad. La cultura de confianza favorece el asumir riesgos y cometer errores con naturalidad, lo cual es una forma inmejorable de innovar y de crecer.
Pero, una vez más, sin pasarse: La vulnerabilidad ha de basarse en la reciprocidad. No se trata de convertir una conversación íntima en una confesión en la que echas sobre el otro en cascada todo lo que llevas dentro, sin darle tiempo a respirar. Se trata de compartir emociones, de abrir diálogos. Deja espacio al otro para que también se abra hacia ti, que es lo que sin duda le apetecerá hacer si se siente a gusto contigo.
La fuerza de la vulnerabilidad comienza con declaraciones del tipo: “tengo que contarte algo» o «no estoy seguro de lo que voy a hacer, me gustaría que me dieras tu opinión”. Ábrete respetando los límites que hemos marcado y tu vulnerabilidad será un arma infalible de carisma. Generará un contagio emocional en tu equipo con resultados sorprendentes… y te ayudará a aceptarte y abrazarte a ti mismo, sin permitir que tus debilidades te roben margen de acción.
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