No estamos muy seguros de si el alma pesa 21 gramos o no, pero desde luego el peso (metafórico) de llegar a tocarla (metafóricamente) con nuestras palabras no puede calcularse. Estamos refiriéndonos a una comunicación eficaz, de esa que llega donde queremos que llegue y hace lo que queremos que haga. De una comunicación con impacto.
Cerramos 2022 y nuestra sexta temporada con el webinar del 21 de diciembre impartido por Josepe García, coach empresarial y director del Instituto Impact, que trata precisamente sobre esto. Se titula “Comunicar con alto impacto: tocando el alma de las personas”, y a continuación tienes un resumen de las ideas más destacadas que surgieron en la charla.
Apuntando al centro de la diana
Cuando nos referimos al centro de la diana (sí, estamos hoy muy metafóricos, como veis) nos referimos a ese nebuloso sector de la psique humana encargado de la toma de decisiones. ¿El cerebro? Venga ya… Bueno, es de esas cosas que da un poco igual cómo las llamemos, porque sabemos que están ahí y lo importantes que son.
Para lograrlo, es fundamental que nos creamos lo que queremos comunicar. Que tenga un significado para nosotros mismos, que sea coherente con nuestros valores y que esté en línea con nuestro propósito. Si te suena a palabrería es que no estás dando valor a lo auténtico, y así no podemos hacer gran cosa. Porque la autenticidad se huele (lo comentábamos hace un tiempo en otro webinar sobre comunicación).
Por ello, no caben orientaciones estratégicas para conseguir ese “toque mágico”. No cabe decir lo que los otros quieren oír (mal camino). El axioma es partir de quienes somos realmente; un axioma realmente complicado, dado que conocernos a nosotros mismos no es precisamente moco de pavo. Así que asumamos de partida ciertas limitaciones y deficiencias, nuestro aquí y nuestro ahora, y con humildad. Que no es poco.
Más allá del miedo
¿Tienes algo que contar? Enhorabuena, porque es la condición imprescindible para poder contar algo. ¿Otra perogrullada? Será, pero si te fijas en la de líderes que hay por ahí hablando por hablar, es para pensárselo. Pero lo interesante aquí es que si tienes algo que decir estás menos pendiente de los resultados. Y eso elimina miedos que no veas.
Josepe García nos explica que la pieza clave de una comunicación eficaz no es el mensaje, ni el medio, ni la distancia, sino la energía que implica. Todo muy cuántico, si te fijas. Y en ese sentido solo hay dos energías posibles: la del amor y la del miedo. La primera se basa en la necesidad de compartir. La segunda, en la necesidad de convencer.
Compartir es compartir, y punto; convencer… se puede lograr o no, y ahí empiezan a intervenir los nervios, la atención a las formas, las estrategias retóricas, la preocupación por no saber responder… el miedo, en definitiva. Y eso se supera, sencillamente, compartiendo lo que hemos venido a compartir: un mensaje.

El truco: predisponer a los otros a aprender
Todo esto no quita que haya algún “truco” (que no impostura) para la comunicación eficaz. Hay varios. El primero, usar los cinco minutos previos a la comunicación para respirar hondo y recordar quiénes somos (reconocer nuestro contexto con humildad) y a qué hemos venido. ¿A convencer? ¡No, mal, a compartir, vuelve al subapartado anterior!
Pero hay otro más importante. Resulta que las audiencias adultas suelen acoger a cualquier comunicador en modo prejuicio, o sea, “esto ya me lo sé” o “ya sé si esto me va a gustar o no”. Superar ese estado pasa por mostrar, al principio de la comunicación, que pueden aprender algo o no, pero que en todo caso depende de ellos mismos.
Para facilitar esa concienciación, la opción que proponemos a la audiencia es sencilla: abrirse a la experiencia (lo que vendría siendo una escucha activa de la buena) o seguir en el modo prejuicio; es algo a lo que no se puede obligar a nadie, depende absolutamente de la elección de cada cual. Recordemos, por última vez, que aquí no hemos venido a convencer a nadie…