¿El combo conciliación y corresponsabilidad podría ser el gran desafío de nuestra generación? Para nosotros, sin duda lo es. Y no solo en materia laboral, porque este tema implica cuestiones culturales, sociales y familiares básicas tanto para las personas como para las organizaciones, así como para la sociedad en su conjunto.
En esta entrada vamos a ver la cuestión a vista de pájaro, partiendo del informe “El coste de la conciliación” publicado por la asociación Yo No Renuncio en 2022, tal vez el más completo hasta la fecha en España. Echaremos un vistazo a los datos esenciales, veremos el coste de la conciliación y nos centraremos en el factor clave: la corresponsabilidad.
Los datos
No vamos a marearte con cifras (para esos detalles puedes consultar directamente el informe). Por si te quedaba alguna duda, las mujeres siguen asumiendo la gran mayoría del trabajo doméstico (es decir, tareas de cuidado de hijos y mayores, de gestión del hogar, logística, alimentación, limpieza…): algo así como el 70 %.
En cuanto a conciliación y corresponsabilidad, el panorama ha cambiado en los últimos años, con los varones participando más en las tareas domésticas. Sin embargo, la participación masculina se centra en tareas de ejecución más sencillas, mecánicas y delimitadas: hacer la compra, lavar los platos y similares.
Así, las tareas con mayor coste emocional siguen siendo “cosas de mujeres”. Cosas como pensar qué se come aquí, adaptar el horario para llevar a los niños al médico, estar pendiente de los deberes, atender el dichoso grupo de WhatsApp del cole, interesarse por las relaciones de amistad de los hijos y un largo etcétera de multitareas mentales sin principio ni fin.
Conciliar no es gratis
¿Sabes en cuánto se calcula el precio del trabajo doméstico? En 8,09 €/hora (prueba de la tradicional minusvaloración del trabajo doméstico, peor considerado que el trabajo remunerado). ¿Y sabes que parte representaría el trabajo doméstico en el PIB (si se contabilizase)? ¡El 40,8 %!
El acceso femenino al mercado laboral puede entenderse sin duda como un enorme logro y una liberación, pero también lleva asociada una trampa: la de la doble presencia. Incorporarse al mundo del trabajo sin abandonar ni repartir las tareas preexistentes tiene un precio, y lo observamos en varios niveles.
- Hay un coste económico con una doble vertiente: el de los menores ingresos (por reducción de jornada, rechazo de promociones, abandono del mercado laboral) y el de los mayores gastos (en cuidados “externalizados”).
- Hay un coste personal, el disponer de menos tiempo para una misma (la media en mujeres empleadas y con hijos: 24 minutos). Con su corolario de sobrecarga, presión, agotamiento, falta de autocuidado, etc.
- Hay un coste emocional, con consecuencias psicológicas van desde los sentimientos de incomprensión, insatisfacción y frustración, hasta trastornos en el comportamiento y cuadros de ansiedad y depresión, pasando por un clima familiar enrarecido.

La corresponsabilidad, el factor clave
Hay muchos frentes abiertos en los que, como organizaciones, podemos trabajar para mejorar esta situación. Pero nos parece que el desafío más grande y a la vez más complejo cuando hablamos de conciliación y corresponsabilidad es evangelizar para poner el acento en esta última; no puede haber conciliación sin corresponsabilidad.
La corresponsabilidad (entendida como reparto equitativo del trabajo doméstico, y muy especialmente de la crianza infantil) tiene, según el estudio de Yo No Renuncio, tres dimensiones:
- Accesibilidad: la disponibilidad hacia los hijos o la persona cuidada; para estar presentes, interactuar y dar apoyo a sus necesidades.
- Responsabilidad: el desempeño de tareas de control y supervisión de la crianza de los hijos, incluyendo la gestión de recursos implícita.
- Compromiso: la aceptación de nuestra participación e-qui-ta-ti-va en las tareas domésticas y de cuidado como necesario.
Como sabemos, nos sigue costando (a muchos hombres y también a muchas mujeres, y casi siempre por cuestiones culturales) asumir ciertas cosas. Tenemos que aprender a revalorizar el trabajo doméstico. A repartir todas las tareas domésticas, incluidas las más exigentes. A incorporar las tareas del hogar como una faceta más de nuestras vidas. Es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo… ¿Por qué solo ella?
Conciliación y corresponsabilidad, ¡ahora!
Desde la perspectiva de la organización, el punto de partida es el mismo de siempre: ¡pregunta a tus empleados cómo es su experiencia!