Desde Happyforce solemos invitarte a reflexionar acerca de los factores que impactan positivamente sobre la felicidad en el trabajo, y las ventajas que eso acarrea a las organizaciones. Pero la felicidad también un “potenciador de sabor” que retroalimenta esos factores. Uno de ellos es la calidad de vida.
Pues sí, la felicidad que perseguimos cuando actuamos sobre factores socioeconómicos, organizacionales, emocionales, etc. tiene efectos benéficos. Sobre todo en esta última esfera, la emocional, que a su vez repercute en algo tan tangible y medible como esta calidad de vida que protagoniza esta entrada.
Dos factores directamente relacionados
Parece probado (con todos los matices justos y necesarios) que una buena calidad de vida nos hace felices, ¡empezando por la cantidad de vida! Pero, aquí viene la magia, también es al revés: las sensaciones de felicidad, bienestar, satisfacción, llámalo equis, generan calidad de vida.
Y ese vínculo entre ambos factores tiene un carácter claramente emocional. La felicidad es, más que nada, emociones, percepciones subjetivas; lo que no quiere decir que no puedan medirse y analizarse con bastante fiabilidad, gracias a las herramientas tecnológicas actuales basadas en datos.
Entonces, ¿qué pasa si apostamos por la felicidad organizacional, colocando el bienestar y la satisfacción como elementos centrales de nuestra cultura organizacional? Pues que se activa un círculo virtuoso muy beneficioso para todos: organización, miembros de la misma y sociedad que nos rodea.
Cómo se hace esto…
Buena pregunta 😄. Dejando de lado las formas de incidir directamente en los factores cualitativos materiales, se trataría en pocas palabras de incorporar una cultura de felicidad en el trabajo a nuestro ADN organizativo. Esto se plasma en el propósito, la alineación de valores y una actitud abierta a las emociones, principalmente.
- Recordemos que el propósito es la respuesta a por qué y para qué hacemos lo que hacemos. Reconozcámoslo de una vez: todas (personas y organizaciones) estamos orientadas, en última instancia, a hacernos felices.
- ¿Tenemos clara, entonces nuestra escala de valores? De nuevo, esto rige tanto para personas como para organizaciones. No restemos fuerza a este propósito original de realización que supera las fronteras del trabajo.
- Las emociones han sido las grandes olvidadas en la gestión de talento hasta fechas relativamente recientes. Por ejemplo, la vulnerabilidad ha sido vista tradicionalmente como debilidad en el líder; hoy pensamos que un liderazgo humanista basado en la psicología positiva es mucho más eficiente.

Una tarea que requiere constancia
Si algo caracteriza la lucha por mantener y mejorar la calidad de vida de los empleados es que es la tarea de nunca acabar; o sea, no es que de repente un día lleguemos a la oficina y digamos “hala, ya somos todos felices”, y ya está. Ojalá. Esto hay que currárselo a diario…
¿Cómo podemos saber que estamos en el buen camino y mantenernos en el mismo? Monitorizando la situación, analizando resultados (logros y reveses, que de todo habrá) de forma objetiva y ajustando nuestras decisiones y acciones. Este sencillo proceso en tres pasos supone una estrategia firme basada en información fiable y medida de forma dinámica.
Y luego está tooodo el trabajo psicológico. No es algo que podamos dejar de lado, ya que el componente subjetivo es fundamental en la felicidad: somos tan felices como sentimos que lo somos. El “truco” aquí es contar con buenas prácticas, formación y herramientas para ayudar a nuestro talento a trabajar su bienestar emocional desde una perspectiva positiva.
La calidad de vida pasa por la felicidad
Y la motivación, el compromiso, el desempeño y el éxito de la organización y sus miembros, también. Tenlo en cuenta.