El dato, ¿fuente de bienestar en el trabajo?

Cuando hablamos con algún CEO o líder de equipo del bienestar en el trabajo notamos que así de buenas a primeras tienden a pensar en algo muy etéreo, muy poco tangible; algo así como en mariposas volando con música de violines a lo lejos. Y nosotros venga a hablarles de datos, y ellos nada, mariposas y violines, violines y mariposas.

Convencidos como estamos de que la felicidad es la madre de la rentabilidad y que esa felicidad se puede medir con datos, hoy vamos más allá: ¿esos datos pueden hacernos felices? Como expertos en el uso de big data en felicidad laboral, podemos afirmar que sí, aunque en principio parezca que no tenga nada que ver. Haznos caso, ahora te lo explicamos.

La felicidad laboral está ahí, pero nos cuesta reconocerla

Ante la genérica, difícil y hasta capciosa pregunta de “¿eres feliz en el trabajo?”, el mecanismo normal de pensamiento del humano medio consiste en:

  1. responder de inmediato que sí (quizás en parte para autoconvencernos), o resaltar los aspectos positivos de nuestro trabajo;
  2. hacer un análisis en segundo plano (a veces semisubconsciente) más “honesto” a partir de impresiones naturalmente subjetivas, imprecisas, cambiantes;
  3. caer en un metaanálisis que nos lleva a querer racionalizar la felicidad laboral, su percepción e impacto, lo que nos lleva necesariamente a minimizarlo.

Hemos tenido que irnos al excepcional Dictionary of Obscure Sorrows de John Koenig para dar con el término (inventado, claro) que necesitamos: kairosclerosis. Vendría siendo esa consciencia de felicidad que aparece justo antes de que el propio hecho de ser conscientes de ella haga que empecemos a dejar de sentirla.

Lo que queremos decir es que el bienestar en el trabajo es algo que se puede sentir, pero difícilmente se puede medir, valorar y expresar con las herramientas tradicionales, “predigitales”. Da la sensación de que se desvanece, de que nunca ha estado ahí o de que es irrelevante. Para nada.

El dato como… como dato

La inteligencia de datos puede definirse como el conjunto de principios, técnicas y tecnologías de acumulación y procesamiento de datos para su posterior análisis con el objetivo de obtener información significativa. La aplicación esta inteligencia de datos al análisis del comportamiento humano y sus patrones está todavía en pañales, pero ya nos está dando resultados revolucionarios.

En el ámbito de la gestión de personas, estamos usando los big data para “medir lo inmedible”; es relativamente fácil medir el rendimiento o la productividad, pero ¿podemos medir la motivación, el compromiso, el reconocimiento? Más difícil todavía: ¿podemos medir algo tan relativo, subjetivo y cambiante como la felicidad, la satisfacción o el bienestar en el trabajo?

Pues sí. Todo es cuestión de establecer las métricas adecuadas, hacer las preguntas adecuadas y obtener los datos adecuados. Aquí entran en juego no solamente los avances tecnológicos; hace falta criterio y capacidad estratégica, experiencia y expertise. Lo que obtendremos, si hay suerte, serán datos sobre felicidad: qué nos hace felices, en qué medida lo somos, cómo podemos serlo más en cantidad, calidad y frecuencia o duración.

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¿Cuánto llevo?

El efecto directo: ver es creer

Pero podemos ir más allá, que es lo que pretendíamos cuando empezamos a redactar este artículo: conocer datos sobre nuestra felicidad nos ayuda a ser más conscientes de nuestra felicidad. De por qué, hasta qué punto, cuándo y cómo lo somos. De las causas y los efectos, y de hasta qué punto somos agentes activos y pasivos (cómo, cuándo y por qué hacemos felices a los demás y los demás nos hacen felices a nosotros).

Este impacto del análisis sobre el objeto de análisis (que se conoce bien en ciencias sociales, es el sesgo de atención; o como dice Margarita Camarenas, “la realidad se hace más real cuando la sentimos”) no es lo más importante; es decir, el objetivo del análisis del bienestar en el trabajo basado en datos no es medir la el bienestar para descubrir automáticamente que somos felices; de hecho, no suele ser así.

Pero hemos constatado que se produce un cierto “efecto Santo Tomás”, o sea, que una vez vemos (con datos) nuestros niveles de felicidad laboral (mayores o menores, pero “objetivos”), es cuando empezamos a sentirlo. Y a creérnoslo. Sobre ese efecto secundario, inesperado y tan positivo de la medición de la felicidad y el análisis de los datos esa sobre lo que queríamos llamar tu atención. No nos digas que no es buena forma de empezar…

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