Incorporar y gestionar el optimismo en el trabajo, ¿por qué y cómo?

¿Cómo has visto hoy tu buzón de entrada de tu correo electrónico, medio lleno o medio vacío? Sí, puede ser importante, porque es muy posible que las actitudes subjetivas individuales tengan un impacto fuerte sobre las realidades objetivas colectivas. ¿Que de qué vamos? De optimismo en el trabajo.

Tratamos el asunto en nuestro webinar Happy Talks del 4 de octubre de 2023 con Agustín López Guzmán, consultor independiente y asesor de la World Happiness Foundation. Lo llamamos “Gestión del optimismo, ¿cómo mantener una actitud optimista?”, y a continuación te resumimos lo más esencial.

Optimismo vs pesimismo vs realismo

El optimista, ¿nace o se hace? ¿Lo es al 100 %, o hay margen para ser también y a la vez pesimista? Ah, ¿y qué hay de eso de que un pesimista es un optimista bien informado? Estas son las aportaciones de Agustín López al respecto.

Partimos de la idea de que tanto el optimismo como el pesimismo miran al futuro; son, en ese sentido, expectativas. Y para decir que “somos” una cosa u otra, esas expectativas serán más o menos constantes, sostenidas.

Así, quien sea (o esté) optimista tenderá a esperar lo bueno, y quien sea/esté pesimista, lo mano. Pero eso no quiere decir que el pesimista debería esperar solo lo malo, y el pesimista lo bueno; eso es, aparte de improbable, una visión sesgada de la realidad, y en ese sentido poco adecuada.

Así, el realismo (entendido como un análisis a partir de evidencias, positivas, negativas o neutras) sería la base del optimismo en el trabajo; ¿cómo nos hemos liado? Nono, la base del optimismo: porque entender la realidad sin deformarla con optimismos/pesimismos infundados es realmente positivo.

Resumiendo: la rumiación infundada, sea en positivo o en negativo, no adelanta. Lo que adelanta es hacer análisis que nos lleven a conclusiones que nos permitan avanzar; y eso es optimismo del bueno; es, por naturaleza, dinámico (“algo se puede hacer”, “podemos llegar a algo”), frente a un pesimismo estático, inasequible al cambio.

El impacto organizacional del optimismo en el trabajo

Entonces, no hace falta ser una lumbrera para entender que en cualquier organización es preferible tener gente optimista. No porque vean las cosas de color de rosa o nos hagan la vida más amena (ese NO nos interesa), sino porque entienden que ante un problema lo que toca es buscar soluciones, y no meterse en un agujero a esperar el fin del mundo.

De la misma manera que hay personas optimistas y pesimistas, hay organizaciones optimistas y pesimistas. Y, como con las personas, se entiende fácilmente que las primeras funcionan mejor. Hacer del optimismo en el trabajo no solo una bandera sino también una práctica cotidiana en la organización requiere un enfoque humanista, alineamiento cultural y mucho pico y pala.

optimismo en el trabajo 2

El optimismo aprendido

Dado que el optimismo es, nos dice Agustín López, más una capacidad cognitiva que una actitud o emoción, puede aprenderse y entrenarse. A efectos prácticos, dentro y fuera del ámbito laboral, esto implica desarrollar talentos y habilidades relacionados con la proactividad, el afrontamiento, el autocontrol y la resolución de problemas.

Al otro lado se sitúa la indefensión aprendida (concepto acuñado por Seligman en 1967 en su famoso experimento estudiando los mecanismos de la depresión), ese fatalismo que lleva a la aceptación de una situación indeseable, a darla por inevitable (o incluso a responsabilizarnos de ella sin razón), a suponerla duradera y creciente, y a la inacción ante ella.

Trabajar el optimismo a nivel organizacional e individual sigue siendo una de las grandes asignaturas pendientes de la gestión de talento orientada a buscar la felicidad en el trabajo. Podemos empezar a solucionarlo con un pensamiento optimista: se puede medir el grado y la tendencia del optimismo en el trabajo. Y a partir de ahí, plantear estrategias y acciones.

Imagen de portada: Martin Snicer en flickr

Lectura recomendada